Por Miguel Ángel Moratinos y Teresa Ribera, presidentes de la Red Española para el Desarrollo Sostenible (REDS) y miembros del Consejo de Liderazgo de la Sustainable Development Solutions Network (SDSN) de Naciones Unidas.
No hay recuperación sin Desarrollo Sostenible
Damos la bienvenida al nuevo índice anual sobre el estado de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), un informe global que elabora la Red de Naciones Unidas de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (UNSDSN, en sus siglas en inglés) y la Fundación Bertelsmann. Como todo informe de este tipo, ha de interpretarse como una aproximación relevante a la realidad. Es un reflejo de los datos que ofrecen las estadísticas oficiales y, aunque siempre pueda discutirse la elección de uno u otro criterio, cuando son muchos los considerados, la imagen de conjunto que proyecta es bastante fiable. España, aunque mejora 5 puntos en relación con el ranking anterior de 2016 colocándose en el puesto 25, no puede sentirse totalmente satisfecha por los avances que ha alcanzado en el cumplimento de la Agenda 2030.
Para facilitar la lectura del índice, los autores –liderados por Jeffrey Sachs– han escogido un código de colores que califica el resultado para cada uno de los ODS, en función de múltiples variables empleadas. De mejor a peor: verde, amarillo, naranja y rojo.
En 2017, España ha perdido el verde que el año pasado obtuvimos en el ODS 5, dedicado a la igualdad de género. Ya no hay verdes. Hay 6 rojos, 6 naranjas y 5 amarillos. Y entre los 6 rojos los ODS dedicados al mar y la biodiversidad, a las emisiones de gases de efecto invernadero y a la innovación, al trabajo decente y la industria. Pésimo dato es también el de las expectativas para los jóvenes, y muy preocupante el de determinados indicadores de pobreza. Además, nuestra contribución a los bienes globales y a la paz y seguridad se ve lastrada por la dramática caída de la ayuda al desarrollo y el peso de la industria armamentística en nuestras exportaciones.
Son mejores, sin embargo, los datos que ofrecen algunos indicadores en sanidad o acceso a energía, determinadas variables del sistema educativo, salubridad de nuestras ciudades y los relativos a la calidad de nuestras infraestructuras de transporte.
Se trata de una radiografía mucho más completa que la que ofrecen referentes económicos clásicos como el PIB o el déficit público. Es coherente con alertas conocidas sobre la realidad de nuestro país como con el alto nivel de paro juvenil, el incremento de la desigualdad y la pobreza infantil, el abandono de las políticas de investigación o la ausencia de una respuesta seria a muchos de nuestros problemas ambientales. En su conjunto, auguran un futuro complejo para el que no estamos preparados y que puede revertir dramáticamente los esfuerzos colectivos en prosperidad y estabilidad en los que España vine invirtiendo desde hace décadas. No hay estabilidad sin una sociedad próspera, como tampoco hay desarrollo económico viable sin un entorno y una estrategia sostenibles.
Apostar por los ODS es apostar por nuestro futuro común. Es invertir en lo que serán nuestros retos y desafíos existenciales. Para ello es imprescindible ubicar esta agenda en el centro del debate público, aplicar políticas activas en materia de formación y empleo, eficiencia en uso de recursos, reducción de emisiones, actualización de sistema fiscal… Hace falta, en definitiva, un buen diagnóstico y propuestas certeras que aseguren la solidaridad y la igualdad de oportunidades. Es un ejercicio complejo que requiere la complicidad y participación de muchos actores, alianzas, voluntad de cambio y flexibilidad y apertura suficiente para permanecer atentos y con capacidad de reacción frente a las alertas y oportunidades que se presenten.
Países como Alemania o Suecia han adoptado ya sus estrategias nacionales. Han analizado el punto de partida y las tendencias; han escuchado a empresas, universidades y representantes de la sociedad civil; han planteado una estrategia que incluye reflexiones y propuestas sobre qué significan los ODS para sus ciudadanos, en qué medida deben incidir en sus políticas exteriores y qué incidencia indirecta tiene para terceros lo que se haga en su país. Han incluido un sistema de seguimiento y revisión, sólido desde el punto de vista académico, participativo y democrático desde el punto de vista institucional. Su Canciller y Primer ministro, respectivamente, han asumido en primera persona el impulso de la agenda y no hay ministro que no sepa que debe responder por ello. En otros países la agenda está también muy avanzada; cuentan con atribución específica de responsabilidades, esquemas claros de reflexión y decisión, de seguimiento de la incidencia. Nuestro objetivo, como país, debe ser estar entre los primeros diez países que cumplen con la Agenda. ¿Qué nos diferencia de los países nórdicos? ¿No somos capaces los españoles de asumir las mismas responsabilidades de los países del norte de Europa? Nosotros creemos que sí.
Cuesta por ello entender la lentitud por parte del Gobierno de España en asumir su liderazgo en la aplicación de los ODS. El año pasado señalamos que “quedaba un largo camino por recorrer”. Ha habido avances a nivel autonómico y local, interés entre las empresas y una gran demanda en el ámbito académico y las ONGs. Sin embargo, por el momento, no se ha establecido un interlocutor exclusivo por el Gobierno. No hay más que un cierto interés entre los responsables de las políticas de cooperación al desarrollo y en el Ministerio de Asuntos Exteriores, y un seguimiento de los términos en los que se plantea el debate en Naciones Unidas. Es comprensible que el Ministerio de Exteriores siga insistiendo en el cumplimiento de la Agenda, pero no es suficiente. Esta semana se reunirá en Nueva York el Foro Político de Alto Nivel responsable de la agenda y habrá varios países que presenten sus estrategias nacionales, las lecciones aprendidas durante el proceso de elaboración y el modo en que se han fijado los objetivos y la capacidad de actualización. Transparencia y voluntad política compartidos a escala global; referencias interesantes para cualquier inversor serio pendiente de las condiciones sociales y económicas del país por el que decide apostar.
Han pasado casi dos años desde la adopción de la Agenda 2030 y los ODS. España debe formar parte de aquellos países que lideren la aplicación de la agenda. No podemos esperar mucho más tiempo a que se apruebe la estrategia nacional, anunciada para 2019. Ahora bien, si queremos hacer algo serio y solvente, más vale no perder un solo día más. Una agenda compleja de cambio como ésta bien lo merece.
El Índice de los ODS 2017 está disponible en: www.reds-sdsn.es | www.sdgindex.org
Artículo publicado en Expansión, 15 de julio de 2017.