Por Teresa Ribera, copresidenta del Consejo Asesor de REDS y directora de IDDRI, Francia.
Finalmente, Trump ha anunciado con toda parafernalia que no tiene la menor intención de hacer nada por el clima durante su mandato y que, además, no tiene ganas de trabajar con sus colegas de otros países ni permitir que el conjunto de la comunidad internacional construya vías para ponerse de acuerdo sobre los asuntos globales y cómo responder de forma cooperativa a los desafíos del siglo XXI.
No es nuevo. En realidad, es muy viejo. Tanto, que asombra y asusta. Le molestan las agendas construidas colectivamente: ni el clima ni los Objetivos de Desarrollo Sostenible parecen importarle nada. No se sabe bien qué significa para él «seguridad», aunque todo apunta a ser algo parecido a «a quién vendo armas» o «contra quién las utilizo», «qué muros construyo» y «a quién impongo mi voluntad». Nada que ver, por tanto, con la agenda del siglo XXI que aprobamos juntos más de 190 países en 2015. Tampoco es compatible con la agenda de paz y estabilidad; con la evolución de los últimos años de los actores financieros y las garantizas de una economía global estable y próspera. En un mundo en cambio, interdependiente y multipolar, esto es alta traición a los valores que alumbraron el nacimiento de los Estados Unidos de América; y un movimiento aislacionista que anuncia su voluntad de abdicar del escenario mundial.
¿A quién beneficia? A casi nadie. Ni siquiera a él. A cuatro extremistas próximos y un puñado de multimillonarios egoistas cuya fortuna se ha hecho sobre la base de un modelo pernicioso y ya caduco. Pero su provocación generará un efecto boomerang. Ya lo está haciendo, tanto dentro como fuera de las fronteras de Estados Unidos. Ni el sentido de la historia y la tecnología, ni los valores sociales, los límites ambientales o la evolución económica dejan lugar para una involución absurda y caprichosa como la que propone. Nos toca ahora a los demás, estar a la altura; consolidar ese movimiento de cambio transfronterizo, convertir la rabia en acción constructiva, facilitar las bases para una Agenda 2030 sobre la que el colegio electoral de Estados Unidos tendrá ocasión de pronunciarse antes de que la anunciada salida del Acuerdo de París sea realidad.
Artículo completo en Le Monde (en francés)
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